La primera noche allí
siempre se pasa
llorando,
luego viene la
costumbre
de sentirse
abandonado.
Pero dentro dos se
miran y se tocan,
vuelan juntos por el
patio,
se regalan dibujitos
y poemas,
cuando no miran las
monjas
suben abrazados al
tejado
a observar la luna
llena.
Un día, a la edad de
dieciséis
una familia piensa en
ella
y se la llevan a
Madrid,
él se queda sin
paloma,
no sabe si llorar o
reír.
Y Paloma al fin
conoce libertad,
al principio le fue
extraño,
luego el tiempo va
curando
y en unos labios
cariñosos
ve sus sueños
realizados.
Es normal que en
aquel pícaro
no se depositen más
recuerdos,
es una historia de
niños,
han pasado mil
tormentas,
anidado en otros
nidos.
Pero qué distintos
son los besos
ofuscados de miradas
vigilantes,
qué bonitas las
promesas en el aire:
... y veremos el rojo atardecer
tumbados en la arena de la playa,
mientras nuestros hijos
nadan libres por el agua...
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